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Reflexiones sobre el diseño.

Por Carlos Sangiovanni

El diseño, como ejercicio y práctica, presupone ciertas exigencias, reglas y principios que llegan a asimilarse a través de múltiples actividades de carácter didáctico, a veces bajo apariencia de un juego o quehacer intrascendente, y otras como ejercicios serios de disciplina, investigación y desarrollo de competencias creativas. Toda la vida del diseñador se desenvuelve en medio de una constante búsqueda y experimentación de soluciones para satisfacer necesidades humanas, de demostrar que el fascinante mundo del diseño es capaz de generar sensaciones, sentimientos, percepciones tangibles e intangibles, sujetas a una realidad precisa que emana del usuario y se orienta a mejorarle la calidad de vida. Ha de convertir las características de nuestro tiempo, de gran interacción técnica y cultural, en diseños realizados con el trasfondo humano que lo valorizan.  

Hoy, con el avance de nuevas tecnologías, se abren posibilidades de alternativas viables para los diseñadores, las que al mismo tiempo plantean nuevos dilemas, pues como opina John Tackara en “Doors of Perception”, …”con la tecnología podemos hacer cosas sorprendentes y llenar el mundo de métodos y artefactos espectaculares, pero que muchas veces no pueden responder a las preguntas de: ¿– para qué sirven y qué aportan a nuestras vidas?”

Irreductiblemente hoy, la contemporaneidad nos envuelve con el Diseño UX o Experiencia del Usuario, o “El internet de las Cosas”, una arquitectura tecnológica con condiciones especificas para articular un conjunto de tecnologías nuevas y existentes, que convierten cualquier objeto en una fuente de información del mismo objeto, creando una nueva cualidad de diferenciar productos y servicios como fuente de valor que puede ser administrado por si misma, lo que genera desafíos para los diseñadores de productos y ambientes, en la búsqueda creativa de cosas útiles y servibles, integrados a la novedosa complejidad de hábitats inteligentes conectados. Un contexto de revolución tecnológica futurista que se hace presente inexorablemente con pasos agigantados, que esta transformando y que transformará radicalmente nuestra vida cotidiana hasta cotas inimaginables actualmente.

Así mismo, el diseño futurista debe mediar consecuentemente con la esperanza de vida, el trabajo en casa, la inteligencia artificial, los dispositivos surgidos desde la nanotecnología, materiales novedosos para la construcción, los efectos nocivos del cambio climático que arropa al mundo por lo que su accionar en el nuevo diseño, debe coadyuvar a ser ente propiciador de tendencias eco-globales que apuntalen la defensa del medio ambiente, reduciendo o eliminando en sus concepciones creativas, aquellos elementos que puedan impactar de forma negativa nuestros afectados ecosistemas.

Fernando Espuelas en su libro Madre Materia, plantea: Citamos “queda fuera de duda que la respuesta del interiorista ante estos retos tendrá que ser de fondo. Tendrá que abandonar las ilusiones esteticistas, si quiere evitar ser considerado un inadaptado que se excluye de una realidad que reclama apartarse de las excepcionalidades formales. Agregando ademas: “ La artesanía perderá peso y lo ganará la especialización. En medio de esta situación, el interiorista tendrá que generar el abrigo artificial como ha hecho siempre, sin renunciar a producir belleza útil, ahora, cargada de prestaciones que atenúen la insensibilidad de una naturaleza difícil y una sociedad compleja.” Fin de la cita.

Algunos diseñadores y artistas, entre los que me incluyo, pensamos, que los cambios que se suceden velozmente en este universo de la virtualización inexplicablemente hacen confluir elementos del diseño contemporáneo, futurista; con objetos de creaciones artesanales, redimensionados por ese culto a la nostalgia, a lo hecho a mano, y en cierta medida a la imperfección, como contraposición a la perfección que estampa la tecnología.

El diseñador David Byrne, nos expresa: “ Advertimos que a veces una línea torcida tiene más vitalidad que una irreprochablemente trazada y que una grabación que tiene la cantidad exacta de distorsión y color que le añaden los equipos antiguos, muchas veces resulta preferible a una copia perfecta”. Y “es que los accidentes nos hacen humanos” – nos dice el filósofo Odo Marquard, en el libro La Defensa de lo Accidental–y sin ellos perderíamos nuestro sentido de la libertad, reivindicar esa humanidad para muchos se ha convertido también, en un sentido prioritario”.

Pieza cerámica de Carlos Sangiovanni

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