Por Carlos Sangiovanni

Si Hitler no hubiera sido descalificado para ingresar a la Academia de Arte, en Viena (1907), el curso de la historia pudiera haber sido otro. El efecto devastador que tuvo sobre el joven pintor este rechazo fue perdurable; como marca indeleble sobre su conciencia arrastro el pesado lastre mientras seguía considerándose artista, ejerciendo el oficio, pintando estampas que vendía en las calles para sobrevivir.
Durante la primera guerra mundial, desde las trincheras siguió dibujando de forma incansable escenas propias de las circunstancias bélicas.
El espacio de tiempo de consternación y desidia mientras vivía miserablemente en el hospedaje para hombres, y los horrores de esa primera conflagración mundial, quizás fueron las circunstancias que conectaron la amarga introversión, que culminan con una mutación de artista inocuo y bohemio, en la oscura bestia en que se convirtió. Seguir leyendo “Adolf Hitler: Del lienzo a la bestia.”